domingo, 7 de agosto de 2016

Capítulo 35: LA CITA DE EMILIA

Sara se ocultaba para que no la descubrieran, entonces esas palabras retumbaron en sus oídos: “Yo no soy tu mamá. Lo fui hace mucho tiempo, pero ya no más”. La madre de su mejor amigo había estado viviendo en el hotel todo ese tiempo.
Ante el impacto de tal confesión, Sara, salió corriendo. Sí hubiera permanecido ahí un poco más de tiempo, habría escuchado el resto de la conversación entre madre e hijo.

_ No puedo creer lo que dices_ refunfuño el adolescente
_ Así son las cosas. Tú tienes tu vida y yo la mía, es mejor no mezclarlas_ insistió Esmeralda _ Ahora es momento de que volvamos_ concluyó dando la media vuelta
Arturo permaneció ahí, viendo como ella se alejaba, llevando consigo sus ilusiones de infancia y un pedazo de su alma.

Mauricio observaba a su ex novia cargaba al pequeño niño. ¿Qué pretendía esa mujer?, ¿Por qué había adoptado a Julián?, Más aún, ¿Por qué seguía teniéndolo en su casa después de casi dos meses?
_ ¿Usted es la madre de Julián?_ preguntó una mujer acercándose a Florencia
_ Si_ respondió volteando a verla
La reconoció enseguida, era la madre de Gustavo, el niño que molestaba a su hijo adoptivo hace unos días.
_ Solo quería decirle que lamento mucho lo que pasó con los niños el otro día. Gustavo cumple años mañana y me gustaría que usted y Julián pudieran acompañarnos_ comentó entregándole una invitación
_ Gracias, ahí estaremos. ¿Puedo llevar a otros niños?_
_ Si, claro_ sonrió la mujer y se alejó
Florencia cargaba a Julián, quién se había quedado dormido.
_ Luci, Tincho, ¿Quieren ir mañana a una fiesta de cumpleaños?_ preguntó a los dos niños
_ Yo no voy contigo ni a la esquina, bruja_ respondió Martín decidido
_ Benja y yo podemos ir, ¿No, Mau?_
Mauricio asintió. No estaba muy convencido pero no tenía muchas opciones.
Arturo por otra parte, cerró los puños con fuerza. Era increíble que incluso la desalmada Florencia actuara con más amor y cuidado que su propia madre.

Ezequiel la observaba incrédulo. Era sábado a mediodía, se suponía que irían juntos a practicar al parque. No era que él fuera un gran compañero para practicar futbol, pero amaba pasar tiempo juntos.
_ ¿En verdad iras?_ preguntó levantándose del puff que había en el cuarto de las chicas
_ Perdí la apuesta. Debo cumplir con mi palabra_ respondió con fastidio
_ No vayas con ese idiota, ¡Tenemos planes!_ exclamó el chico
_ Lo siento, Eze. No le daré el gusto de sentir que me ha intimidado_ comento ella _ Sé que me fastidiara toda la tarde, pero lo venceré en su propio juego_
_ ¿Por qué compites con él?_
_ Porque se cree superior a todos, y no lo es_
Ella. La justiciera. La valiente. La decidida. Esa que no necesitaba de ninguna gota de maquillaje para lucir hermosa, porque esa fuerza que reflejaba en los ojos era suficiente para demostrar lo valiosa que era.
_ Descuida, volveré a tiempo para que practiquemos un poco_ le sonrió
¿Acaso podía existir chica más perfecta que ella? Tenía que animarse a decirle lo que sentía por ella, y debía hacerlo pronto. Si tan solo tuviera el valor.
_ Emi…_ empezó a decir, pero fue interrumpido.
Estrella entró a la habitación con una sonrisa en el rostro y un vestido verde agua en la mano derecha.
_ Encontré esto para tu cita_ anunció extendiendo el vestido
Ezequiel lo analizó, sin duda Emi se vería hermosa con él, pero no veía porque debería usarlo en su salida con Matías.
_ Gracias, pero no es una cita. Solo será una tortura_ concluyó la chica
<< ¡Así se habla! >> pensó el muchacho. Emilia podía lucir bellísima en un vestido, pero su esencia se combinaba mejor con unos jeans, sudadera y tenis. La prefería así.

Sara no había encontrado el momento aun de hablar con su mejor amigo, quería saber todo cuanto fuera posible sobre la ahora misteriosa mujer que habitaba el Royal. Quería hablar con Arturo, entender cómo se sentía. Esa tarde vio la oportunidad cuando el quinceañero atravesó la puerta del hotel, venía de ver a Kía, estaba segura y también podía asegurar que ella estaba al tanto de toda la historia.
Corrió a su encuentro, abrazándolo por la espalda para evitar su huida. La espalda de Arturo era ancha y musculosa, no le extrañaba en absoluto que usara esa fuerza física para descargar su ira.   
_ ¿Estás loca?_ preguntó enfadado _ Suéltame_ demandó
Sara era dos años mayor que su amigo, pero medía cinco centímetros menos que él. Sin duda Arturo podía zafarse de su agarre con facilidad.
_ ¡No! Necesito hablar contigo_ dijo con firmeza sujetándolo más fuerte, esperando que el quinceañero no recurriera a su fuerza para liberarse
_ ¡No hablaré contigo sobre tu primito!_ exclamó el chico
_ No quiero hablarte sobre él, sino sobre tu mamá_
Sara sintió inmediatamente como la tensión de los músculos de Arturo se liberaba, convirtiéndose en una abrumadora tristeza
_ Ella se fue, cuando yo tenía dos años. Fin_
_ Sé que ella está viviendo en el hotel_

Media hora de gélido silencio en el parque. Los dos caminaban mirando cualquier cosa que pudiera distraerlos de esa obligada compañía. Emilia miro el camino empedrado por el que caminaban. ¿En qué momento terminaría esa tortura?
_ ¿Quieres jugar un partido?_ preguntó Matías _ Esos chicos son amigos míos, apuesto que nos dejarían jugar sin problema_ añadió señalando un grupo de muchachos corriendo con un balón
_ Me encantaría, pero jugaré en el equipo contrario al tuyo_ respondió ella con decisión
_ Me parece justo. Así podremos apostar, y si yo gano, tú pagaras las malteadas_
_ ¡Es un trato!_

Lo observó atentamente, jamás lo había visto tan vulnerable como en ese momento. Podía ver al Arturo pequeño, a ese niño que soñaba con que un día su madre llegará a rescatarlo, al mismo al que le habían roto el alma el día anterior.
_ Siempre espere que mi padre me hubiera mentido sobre ella. Ya sabes, lo que ocurre cuando los padres se divorcian y le hablan mal a sus hijos sobre su expareja… me dolió mucho saber que era verdad_ confesó el chico con lágrimas suspendidas en sus ojos
_ Por eso has estado tan molesto últimamente_ infirió Sara _ Seguramente Mau puede…
_ ¡No le dirás nada de esto a Fernández!_ exclamó Arturo _ ¡Ni a él, ni a nadie!, ¿Entendiste?_ preguntó amenazador
_ ¿Por qué no?_
_ Porque no quiero que nadie se enteré de que ni mi propia madre me quiere… Hablo en serio, Sara, si le cuentas a alguien te aseguró que nuestra amistad terminará y no solo eso…
La frase se quedó suspendida en el aire, cargada de emociones, de ira, de tristeza, de decepción y dolor. Sabía que el chico hablaba muy en serio. Debía guardar el secreto.

Una enorme malteada de chocolate fue servida frente a ellos. La crema batida lucía deliciosa y esa cereza le producía una terrible tentación. Introdujo la pajilla hasta llegar al fondo del vaso y sorbió el primer trago. Era cremosa y suculenta.
_ Fue un gran partido_ sonrió el chico
_ Perdiste_ exclamó Emi buscando provocarlo. Después de todo le encantaba discutir con él, y más aún, vencerlo.
_ Te deje ganar_ confesó inclinándose ligeramente sobre la mesa que marcaba la distancia entre los dos
_ ¡Eso es lo que dicen los machos cuando no pueden aceptar que una mujer los ha vencido!_ dijo tomando la cereza que tanta tentación le producía
_ Eso hacen los chicos cuando no saben cómo invitar a salir a la chica que los vuelve locos_
Emi se congeló al escuchar esas últimas palabras, dejando esa suculenta cereza suspendida en el aire y su corazón completamente paralizado  
  

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