_ Esta noche te ves hermosa_ susurró Leonardo al oído de
su novia
Escucharon como se abría la puerta de la entrada, uno a
uno pudieron escuchar los pasos del hombre que finalmente se detuvo frente a la
mesa, el famoso abogado Lagos había llegado a casa y la cena para presentar a
Sara con el único familiar de su novio estaba por dar inicio.
_ Ella es Sara_ se adelantó a decir Leo señalando a su
chica
Ella se levantó y dio un formal saludo al tío de su
novio. A decir verdad era parecido a Leonardo, con el cabello rubio y los ojos
marrones, se preguntó si el padre de Leo había sido asi también, y de ser así,
sin duda Ezequiel había salido a la familia de su madre.
Se sentaron y empezaron la cena, con la misma formalidad
que se acostumbra cuando un grupo de desconocidos se reúne por primera vez.
Corrió a abrir la puerta, él tocaba con gran
desesperación, ella lo recibió un tanto alterada. En realidad nunca le pidió
que fuera, simplemente le explicó que el niño estaba enfermo y el decidió ir
corriendo a verlo.
_ ¿Dónde está?, ¿Cómo está?_ preguntó Mauricio preocupado
_ Relájate, te dije que está bien_ respondió Florencia
con un tono de fastidio _ Tuvo fiebre en la mañana, el pediatra le recetó un
poco de medicamento y…
_ ¿Lo llevaste al doctor?_ la interrumpió sorprendido
_ ¿Qué esperabas?, ¿Qué lo dejará a su suerte?_ cuestionó
sarcástica mientras tomaba asiento en el sillón
_ Para ser sincero, si_ respondió asomándose por encima
del hombro de su ex novia a la habitación del niño
Ella entendió enseguida el mensaje, se hizo a un lado
para dejarlo pasar, en el cuarto, Julián se encontraba ya dormido, abrazando a
Beto con fuerza. Mauricio se acercó a él, besó su frente y lo arropó. Ahora
estaba tranquilo, él estaba bien.
_ Te dije que no era necesario que vinieras_ Florencia se
cruzó de brazos en el marco de la puerta _ El pediatra dijo que necesita
descansar, el cambio de casa lo tiene un poco estresado_
Mauricio se sorprendió de oírla hablar así, sonaba como
si en realidad le importará Julián, como si no fuera solo una excusa para
mantenerse en contacto. Como si ella hubiera cambiado.
_ Ya comprobaste que está bien, ahora puedes irte_
comentó ella mientras lo acompañaba nuevamente a la sala _ Estoy algo cansada,
tuve que hacer el trabajo en casa para cuidarlo_
_ ¿Puedes llevarlo mañana al hotel?_ preguntó mientras
avanzaba a la salida
_ Lo llevaré temprano, así podré ir al trabajo, pasaré
por Paula a su ensayo y cuando la llevé al hotel, pasó por él_ explicó sus
planes despidiéndose de Mauricio _ hasta mañana Mau_ concluyó cerrando la
puerta de su apartamento
La primera media hora de la cena había sido tan
silenciosa que podría haberse escuchado el sonido de un alfiler al caer, pero
después de que Esmeralda hiciera esa broma sobre las habilidades culinarias de
Leonardo, el ambiente se había relajado por completo, ahora charlaban y
bromeaban con total naturalidad.
_ Es lindo cenar todos juntos_ comentó Esmeralda
sirviendo el postre a los sobrinos de su novio _ Ojalá Ezequiel hubiera traído
también a su novia_
_ Sí, yo también quiero conocerla_ dijo Tomás Lagos
probando la primera cucharada de su pastel de chocolate
_ Se las presentaré cuando tenga una novia_ respondió
Ezequiel dando un sorbo a su vaso
_ ¿Qué hay de Emilia?, pensé que era tu novia_ Esmeralda
volvió a tomar asiento
El menor de los Lagos casi se atragantó con su bebida al
escuchar esas palabras.
_ Ellos son amigos_ intervino Sara al ver la incomodidad
de su cuñado _ Emi vive conmigo, la conozco bien y estos dos son casi como
hermanos_ sonrió ella
Ezequiel dio otro bocado a su pastel, feliz de que la
novia de su hermano interviniera, pero no estaba muy seguro de querer ser “el
hermano” de Emi, simplemente pensar en la comparación que la idea le causaba
con respecto a Oscar lo hacía sentir mal. Quizá porque empezaba a ver a Emi
como algo más que una amiga.
Regresó lo más rápido que pudo, esperando encontrarla
todavía, pero cuando llegó todo lo que encontró fue a Alma y Franco terminando
de acostar a los más pequeños. Debía compensarlo, eso era seguro, ella se
merecía una noche especial, una que fuera solo para ellos dos y se la daría, la
sorpresa más romántica que ningún hombre antes hubiera hecho para una mujer.
Sonrió completamente feliz, su plan había resultado a la
perfección, y ella parecía disfrutarlo, y ni siquiera habían salido lejos,
estaban en la azotea del hotel, con una magnifica vista de las luces de la
ciudad y un cielo lleno de estrellas, en medio de la azotea, había colocado una
pequeña mesa, solo para dos, iluminada por un par de velas. Un par de
platillos, cortesía del chef Pablo, y una botella de vino, eran su cena esa
noche. Por primera vez, desde que habían empezado a salir, estaban los dos solos,
sin preocupaciones, sin problemas que resolver, solo ellos dos y su amor.
_ Brindo por nosotros_ dijo levantando su copa _ Por
muchas noches más como esta mi amada_
Estrella levantó su copa, haciéndola sonar al chocar
contra la de él, y después de un pequeño sorbo, se acercó para sellar su
brindis con un tierno y pasional beso.
Había olvidado lo aburridos que podían llegar a ser los
domingos en el hotel, después de todo, sus amigos estaban ocupados; antes de
ser enviado a la escuela militar había empezado a disfrutar la compañía de
Fernández los domingos por la mañana, pero ahora lo aborrecía y lo que menos
quería era estar con él y con Estrella en la suite.
Por eso había salido a caminar esa mañana, para intentar
despejar su mente de todos esos problemas que lo aquejaban, que lo hacían tener
ganas de golpear, esa era la forma en la que solucionaba todo últimamente, un
par de golpes y listo. Pero no había nada para golpear en ese momento y lanzar
golpes al agua de la fuente sería algo estúpido.
Se detuvo en seco al ver una silueta conocida avanzar por
los jardines del hotel, a medida que se acercaba podía ver mejor sus facciones,
era ella, su fantasma, la persona que no había visto en años y que era solo
parte de sus recuerdos lejanos, era su madre.