Arturo sonrió divertido mientras ingresaba al
establecimiento, acompañado por Paula y Oscar, ese era el momento de iniciar
con su revancha. Los tres chicos tomaron asiento en una de las mesas, justo en
medio de dos mesas abarrotadas de doctores que se disponían a ordenar. Tal como
lo suponían, Agustín Garcés no tardó en llegar.
_ Que gusto verlos chicos_ sonrió de oreja a oreja
_ Tráeme una pechuga asada con verduras al vapor_ dijo
Paula sin siquiera mirarlo
_ ¿Perdón?_ exclamó enarcando las cejas
_ Si, y yo quiero el especial del día_ terció Oscar
El mesero observó a los chicos con expresión de sorpresa,
en especial cuando Arturo terminó de dar su orden y añadió un “Y date prisa,
que tengo hambre”. Él permaneció ahí de pie, su libreta aun vacía, pues no
había anotado nada de lo que sus tres ex pupilos habían pedido.
_ ¿Acaso no escuchaste?_ preguntó el quinceañero con gran
indignación _ ¡Tenemos hambre!_
_ Ustedes no pueden hablarme asi_ bufó su antiguo tutor
_ A mí me parece que sí_ sonrió Arturo _ Aquí solo eres
el mesero, y resulta que tu jefe es nuestro tutor_
_ Trátanos mal Garcés y te olvidas de tu empleo_ añadió
Paula con una inmensa sonrisa en el rostro
Agustín tensó todos los músculos de su cuerpo, había
entendido el mensaje, ellos buscaban sacarlo del hotel, y él no lo permitiría.
Perdía la primera batalla, pero la guerra recién comenzaba. Marcador hasta el
momento: chicos 1, Garcés 0.
Los chicos vitorearon cuando un resignado señor Garcés
entró a la cocina, repitiendo en voz baja las tres órdenes para no olvidarlas,
sin duda su plan marchaba por buen camino.
Era el tercer día de Rodrigo en el hotel, y seguía
aprendiendo lo más básico sobre la gerencia, para Mau era útil tener un poco de
ayuda con cosas simples pero tediosas como todo el papeleo correspondiente al
congreso de medicina que iniciaba ese mismo día, pero seguía siendo incomodo
tener una sombra que lo siguiera durante todo el día.
_ ¿Cómo es que llegó a ser el tutor de los hijos?_
preguntó el aprendiz mientras realizaba algunas cuentas en su calculadora
_ Por casualidad en un principio, incluso por obligación,
ahora es ya una elección personal_ respondió Mauricio colocando algunos
documentos sobre su escritorio _ Esos chicos y Estrella son lo más importante
para mi_ añadió
_ ¿Podría contarme un poco más?_ insistió curioso
_ Si_ dijo el gerente acomodándose en su silla, listo
para narrar su historia.
Cuando llegó la puerta no tenía seguro, por lo cual entró
sin más, necesitaba un respiro, un descanso después de ese día tan agotador.
Además de la carga extra de trabajo por el congreso, había tenido que lidiar
con los chicos, el asunto del restaurante no había sido tan difícil de tratar,
aun incluso cuando Oscar mencionó que el suyo era “el peor servicio que había
visto en el hotel”, fue capaz de contenerse y mantener el control. Pero antes
de terminar su turno, Martin y Lucia casi lograron hacerlo explotar.
Los dos niños visitaron la cocina, junto con otro niño de
cabello rubio, Lucia llevaba en las manos un plato lleno de sopa, el mismo que
término siendo derramado sobre su uniforme tras el más obvio tropiezo
accidental de la niña. Estuvo a punto de gritarles, pero entonces apareció el
Chef con su mirada desafiante, listo para despedirlo si cometía algún desliz,
así que se vio obligado a contenerse. Chicos 2, Garcés 0.
_ ¡Largo de aquí!_ le gritó Florencia al mismo tiempo que
él se dejaba caer sobre el sillón
_ Vamos Flor, tuve un día pesado_ se quejó _ Solo quería
desahogarme contigo_
_ Julián está en su cuarto, no quiero que te acerques a
él_ dijo moviendo las manos para indicarle que saliera ya mismo
_ Qué bueno que lo mencionas_ se puso de pie _ Tengo que
hablar con él_ avanzó hacia la habitación del pequeño
_ Ni lo sueñes_ ella se interpuso en su camino
Agustín la empujo, abriéndose paso hasta llegar al
cuarto. El niño se encontraba recostado, abrazando su osito de peluche y
llorando, tal como lo había hecho todas las noches desde su llegada.
_ Perdóname_ dijo
acercándose al pequeño
Julián levantó la cabeza, sus ojos estaban hinchados por
tanto llorar y sus mejillas empapadas por sus lágrimas.
_ Perdón, enano, por todo lo que te hice a ti y a los
chicos_ se sentó en la cama del niño y acercó su mano para acariciar su
cabello.
Julián instintivamente cerró los ojos y se encogió de
hombros, esperando recibir un golpe, se asombró cuando en lugar de un puño
cerrado sobre su cabeza, recibió una caricia que secaba sus lágrimas.
_ ¿Me perdonas?_ insistió el hombre mirando al
desconcertado niño directo a los ojos.
Él asintió en silencio, totalmente confundido. Después de
eso, Agustín Garcés lo abrazo con fuerza, dejándolo más confundido aún.
Chicos 2, Garcés 1.
Entregó las llaves de un mustang rojo a uno de los
médicos, era internista, según lo que le habían comentado, y su auto era el más
increíble que había tenido el gusto de conducir, aunque fuera por tan solo
cuatro minutos desde el estacionamiento hasta la entrada del lobby. Podría
estudiar medicina, o quizá leyes… ¿A quién engañaba?, el no iría a la
universidad, al terminar la preparatoria tendría que volver a Banjar, a
convertirse en rey… o quizá, solo quizá, lograría escapar a tal
responsabilidad.
_ ¡Chaim!_ exclamó Kía corriendo a su encuentro _ ¿Cómo
estas amor?_ le dio un rápido beso
_ ¿Qué haces aquí?_ preguntó sorprendido, mientras
indicaba a su compañero que lo relevara por un rato _ Hoy hay mucho trabajo_
_ Lo sé, pero ¿Ya olvidaste que la tarea de historia es
para mañana?_ cuestionó su novia _ Vine aquí, así la hacemos juntos y tú puedes
seguir trabajando_ sonrió llena de felicidad _ Solo hay un pequeño problema,
olvide el libro en casa, préstame las llaves de tu suite e iré por el tuyo_
Chaim llevó su mano directo al bolsillo de su pantalón,
listo para sacar la tarjeta, fue entonces que recordó las palabras de su amigo
“Mantén a Kía lejos del hotel, con Garcés aquí, quien sabe que puede pasar”. No la
arriesgaría, era mejor mantenerla lejos de esa situación.
_ Yo iré_ dijo el príncipe _ Ahora no hay mucho trabajo,
espérame aquí_ le plantó un beso en la frente y entró corriendo al interior del
hotel
Emilia y Arturo entraron al restaurante, decididos a
continuar con el plan, todo lo que necesitaban era que Garcés explotará en
medio de la multitud, un grito bastaría para que el Chef Pablo, su jefe
directo, lo echara de la cocina, y con ello, saldría también del hotel
definitivamente. Se miraron entre ellos, comunicándose de esa forma que solo
ellos entendían. El chico avanzó hacia el interior de la cocina, mientas que su
Emilia tomaba asiento en una de las mesas, la única vacía en todo el
restaurante.
_ ¡Mesero!, ¿Qué espera para tomarme la orden?_ gritó Emi
desde su asiento, dirigiéndose al señor Garcés
Él avanzó casi con fastidio hasta su mesa, escuchó la
orden de la chica con atención, sin duda todos habían cambiado, ya no eran los
niños que controlaba a su antojo, ni los rebeldes que lo enviaron a la cárcel
con un plan vagamente planeado, eran mucho más astutos y valientes. Unos dignos
rivales.
Caminó hacia la cocina, para entregar la orden a los cocineros,
entonces se topó con Arturo, un más grande y decidido chico que el que
recordaba, dos años atrás.
_ ¿Ya te rendirás Garcés?_ preguntó el adolescente
acercándose retador hacia él. Era oficial, ya no ejercia ningún temor sobre el
muchacho _ ¿O debemos seguir molestándote hasta que te vayas por cuenta
propia?_
_ Ya no jugaré a la guerra con ustedes, Arturo_ respondió
el hombre entregando su orden al cocinero
_ La última vez ganamos, ¿Cómo hiciste para salir de
prisión?_
La conversación empezaba a tornarse intensa, y los
compañeros de trabajo parecían no querer perderse ningún detalle, meseros y
cocineros agudizaron el oído para escuchar la discusión que recién empezaba.
_ Al fin pude cobrar mi parte de la herencia, con eso
pague la fianza_ respondió el señor Garcés _ Ahora intento arreglar mi vida y
ustedes no lo arruinaran_ dio un paso al frente, quedando cara a cara con el
quinceañero.
La última vez que habían tenido un encuentro así, Arturo
tenía trece años y era un chico lleno de miedos y rabia, ahora era apenas cinco
centímetros más bajo que él, y su miedo se había convertido en odio. Eso era la
guerra.
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