martes, 26 de julio de 2016

Capítulo 32: CONFRONTACIONES

El señor Palacios sorprendentemente aceptó y no solo pago la escuela preparatoria de aquel joven, sino que también patrocinó su carrera universitaria y ahora le ofrecía un empleo como gerente de una de sus sucursales. Le había ofrecido la gerencia del Royal.
_ ¿Eso significa que van a despedir a Mau?_ preguntó Martín con preocupación
_ No creo que lo despidan_ respondió Guillermo _ Pero si que lo trasladen a otra sucursal_
_ ¿Qué pasaría entonces con nosotros?_ insistió el niño
_ No lo sé. Mau es su tutor, supongo que se irían con él_
Era tranquilizador saber que seguirían junto a Mauricio, pero la idea de alejarse del Royal, y más aún de sus amigos, no era precisamente agradable.
_ ¡Tenemos que hacer algo para impedirlo!_ exclamó Nadia _ Ustedes no pueden irse_
Martín y Guillermo asintieron, no estaban dispuestos a permitir que Rodrigo De la Cruz tomara el mando del hotel.

El camino a casa había sido en extremo silencioso, no fue hasta que llegaron al edificio y Florencia llamó al ascensor, que el niño se atrevió a hablar por primera vez desde la llegada de su madre adoptiva a la escuela.
_ ¿Vas a encerrarme en el sótano?_ preguntó preocupado al ver que las puertas del elevador se abrían frente a ellos
Florencia soltó una pequeña risita mientras le indicaba que entrara. Una vez que las puertas se cerraron, bajó hasta estar a la altura del niño y coloco sus manos sobre los pequeños hombros del infante.
_ Prometí que no lo volvería a hacer y yo cumplo con mis promesas_ lo tranquilizó
_ ¿Me castigaras?_ insistió al tiempo que bajaba la mirada
_ No_ respondió Florencia levantando la barbilla del niño para ver sus ojos claros _ Pero tú y yo vamos a platicar muy seriamente. Dime, ¿Qué pasó exactamente en la escuela?_
El elevador se detuvo y las puertas abrieron nuevamente. Ellos bajaron y avanzaron unos pasos por el pasillo.
_ Gustavo me estaba molestando, pero no le hice caso. Después intentó arrebatarme mi medallita, me enoje mucho porque casi me la quita, así que le pegue y él me pegó también_ explicó mientras entraban al departamento
_ La próxima vez que alguien te moleste, quiero que me cuentes a mí o tu profesora. Nosotras lo solucionaremos y bajo ninguna circunstancia vuelvas apegarle a unos de tus compañeros, ¿De acuerdo?_
Julián asintió.
_ Bien, ahora ve a lavarte las manos para comer_ concluyó Florencia

Vio al chico atravesar el lobby a toda prisa, se veía furioso. Llevaba los puños cerrados y una expresión de enojo en el rostro. Sin dudarlo ella salió a su encuentro, plantándose frente a él.
_ ¿Podemos hablar?_
_ ¿Sobre qué?_ respondió el quinceañero con voz cortante
_ Mau me contó lo que te pasó en la escuela. Arturo, nos tienes preocupados_ dijo Estrella acercándose un poco más a él
_ No tienes por qué preocuparte_ comentó el chico enojado
_ Solo queremos ayudarte_
_ ¡Tú no eres nadie para meterte en mi vida!, Que seas la nueva novia de Fernández no te da ningún derecho sobre mí, así que déjame en paz_ concluyó Arturo esquivándola para salir
Era la primera vez que alguno de los chicos le hablaba de esa manera. Recordó como era el adolescente antes de ser enviado a la escuela militar, en ese entonces jamás le habría hablado de esa forma. Sin duda alguna Arturo había sufrido un cambio durante el verano, uno mucho más profundo de lo que pensaban.

Franco se acercó a sus dos amigos, estaban charlando en la entrada del restaurante. Desde el inicio del verano había convivido muy poco con ellos, en gran parte porque cada uno tenía sus propias preocupaciones, pero era momento de relajarse.
_ Salgamos mañana_ anunció Franco interrumpiendo la plática de Mauricio y Guillermo    
_ ¿Te has vuelto loco?_ exclamó Guillermo _ ¡Mi esposa podría dar a luz en cualquier momento!_
_ ¡Vamos, falta un mes para que nazcan tus hijos!_ insistió el sub gerente _ ¿Tu que dices, Mau?_
_ Necesito ver si Estrella puede cuidar a los chicos, además las cosas están tensas en casa. Tuve otra discusión con Arturo_
_ Es por eso que necesitamos relajarnos. Mañana por la noche podríamos salir, relajarnos, divertirnos…
Mauricio y Guillermo se miraron mutuamente, era extraño que Franco les hiciera una invitación de ese tipo, después de todo, él era mucho mayor que ellos.
_ Te confirmamos mañana_ respondieron a la par

Sara abrió lentamente la puerta del cuarto de los varones, esperaba encontrarlo solo y así fue. Su mejor amigo se encontraba recostado sobre su cama, observando el techo. El cabello de Arturo había crecido y las cicatrices empezaban a difuminarse, sin embargo temía que fueran mucho más profundas de lo que todos podían ver, temía que le hubieran llegado al alma.
_ ¿Estás bien?_ preguntó Sara
_ De maravilla_ respondió sarcástico
_ ¿Por qué has estado actuando de esa forma?_ insistió Sara acercándose a él
_ ¿Por qué no dejan de molestarme?, ¿Acaso Fernández les pidió a todos que me interrogaran?_
_ Vine a verte porque soy tu amiga_
_ No lo pareces, siempre estás del lado de tu primito_
Eso era todo. Sara estaba harta de la actitud de su amigo, lo tomó por la solapa de sus sudadera, jalándolo para obligarlo a verla de frente. El chico seguía sobre su litera y ella permanecía de pie junto a la escalera que conducía a esta.
_ ¡Me tienes cansada con tu actitud!, ¡Vine a verte porque me importas y no sé qué rayos te ocurre!_ exclamó furiosa
_ Entonces solo déjame en paz_ respondió el quinceañero zafándose del agarre de Sara _ No necesito que nadie se meta en mi vida_ concluyó para después bajar de un salto de su cama y salir del cuarto dando un portazo.
No había duda, ese chico era otro completamente distinto al que había dejado el hotel en el verano. Porque este nuevo muchacho tenía el alma herida y no estaba dispuesto a dejar que nadie más entrará en ella por miedo a que lo lastimaran nuevamente.  

Era una completa locura lo que estaba a punto de hacer. Nunca antes había tenido la necesidad de pedir un consejo de esa clase, ni a su hermano ni a nadie, pero las circunstancias lo ameritaban. La idea estaba volviéndolo loco. Entró al cuarto de Leonardo con la acostumbrada despreocupación, su hermano mayor tenía la mirada clavada en un libro de algebra. Desde el inicio del semestre pasaba casi todas las tarde estudiando.
_ ¿Puedo hacerte una pregunta?_ dijo con voz nerviosa
Leo bajo su libro, se recargo en el respaldo de su silla y miro con curiosidad la expresión seria de su hermano.
_ ¿Qué ocurre?_ preguntó curioso
_Ammm… ¿Por qué te gusta Sara?_
Interesante pregunta, pero sin sentido alguno en ese momento.
_ Es muy bella_ respondió confundido
_ ¿Solo por eso?... Veras… hay una chica que me gusta, pero no porque sea bella, sino porque es maravillosa… Me gusta su forma de ser_ explicó Ezequiel un poco apenado
Leonardo se levantó de su asiento de un salto y volteo a ver a su hermano menor con exagerada seriedad
_ Debes alejarte de ella_
_ ¿Por qué?_
Ezequiel estaba más confundido que nunca.
_ Cuando te gusta una chica de ese modo, es porque te has enamorado y esa es la perdición de todo hombre_ respondió Leo
_ ¿Acaso no estás enamorado de Sara?_ cuestionó el menor de los Lagos completamente confundido
_ No exactamente, ella me gusta, pero no estoy enamorado_ dijo sin estar del todo seguro de lo que decía _ Cualquier mujer capaz de enamorar a un hombre es peligrosa_
_ ¡Leo, Eze, vengan a cenar!_ los interrumpió la voz de Esmeralda desde el comedor
_ Escucha mis palabras, hermanito_ comentó Leo antes de salir corriendo tras los deliciosos platillos de la novia de su tío.
Ezequiel permaneció de pie, inmóvil, intentando procesar las palabras de su hermano. Había sido una pésima idea pedirle ayuda.

A la mañana siguiente el niño recorría la pequeña oficina, tenía las paredes de cristal y podía ver otras pequeñas oficinas donde mujeres con elegantes atuendos se recargaban sobre sus escritorios. Ese era un mundo completamente diferente. Las mujeres vestían con colores vivos, se maquillaban y hacían exóticos peinados que las hacían lucir tan bellas como extrañas y los varones usaban trajes de colores o pantalones ajustados con camisas a rayas y corbatas coloridas, todos parecían poner especial cuidado en su cabello y sus zapatos.
_ Pásame ese cuaderno_ le indicó Florencia señalando a un rincón de su oficina
Julián obedeció. No había ido a clases, esa mañana le fue simplemente imposible levantarse, se sentía agotado y aun cuando ya se había despertado, la sensación de cansancio no desaparecía del todo.
_ ¿Qué significa esto?_ preguntó la jefa de Florencia entrando a la oficina   

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