_ Chicos déjenos solos por favor_ indicó Mauricio, ellos
permanecieron inmóviles, sorprendidos por la tensión de la escena que
presenciaban _ ¡Arturo, Sara, llévenselos de aquí!, ¡ahora!_ gritó.
De inmediato los chicos abandonaron la habitación, sin
decir ni una palabra. Los más pequeños parecían asustados, nunca habían visto a
Mauricio tan enojado, mientras que los mayores, llenos de dudas deseaban
investigar la misteriosa y conflictiva relación de su tutor con sus padres.
Aproximadamente una hora más tarde la puerta de la suite
2 15 se abrió nuevamente, los padres de Mauricio salieron en silencio, los
chicos habían permanecido esperando en el pasillo del hotel al momento que
pudieran entrar nuevamente, Lucia y Julián estaban a punto de caer rendidos por
el cansancio. Su tutor les indicó que pasaran y ellos obedecieron. Se sentaron
en la sala en silencio, observando expectantes a Mauricio.
_ Creo que les debo una explicación_ dijo el gerente
sentándose en medio de Lucí y Martin, respiro profundo y se preparó para contar
su historia.
Mauricio Fernández tenía ocho años cuando sus padres se
divorciaron, siendo hijo único, ninguno de sus progenitores había querido
llevarlo consigo, por lo que lo enviaron a un internado. Mau era el más pequeño
de su clase, constantemente era molestado por sus compañeros y por los alumnos
de grados superiores.
Un día cinco chicos de quinto año lo acorralaron, lo
estaban golpeando por haber robado una barra de chocolate de uno de ellos,
después de todo los de sexto año le habían quitado su comida y moría de hambre,
la barra de chocolate estaba indefensa en la mesa del comedor, ¿Qué más podía
hacer? Pero debía pagar las consecuencias, un puñetazo en la cara, una patada
en el estómago y justo cuando una segunda patada estaba por golpear su rostro,
un chico también de quinto año se interpuso entre él y sus captores. Los
ahuyentó mostrando el puño y amenazando con delatarlos sobre sus fechorías de
la última semana. El grupo se dispersó rápidamente y el misterioso chico ayudo
a Mauricio a ponerse de pie, llevaba el uniforme del colegio, con una única
diferencia, en lugar de unos zapatos negros perfectamente lustrados, llevaba
unos tenis converse rotos y deslavados. Ese era Guillermo.
Desde entonces los dos niños se volvieron inseparables,
pasaron el resto del año escolar juntos, Guillermo metiéndose en problemas y
Mauricio intentando convencerlo de seguir las reglas del instituto.
Cuando llegaron las vacaciones de verano, la escuela
quedó vaciá, salvo por un alumno: Mauricio, quien pasó sus vacaciones en el
internado. Al volver a clases le contó todo a Guillermo, quien prometió en las
siguientes vacaciones llevarlo con él, y así fue, de ahí en adelante Mau pasó
cada día festivo, cada una de las vacaciones en casa de la familia García,
convirtiéndose en un miembro más de la familia. Incluso llamaba a los padres de
su amigo como “mamá” y “papá”.
Mauricio no volvió a ver a sus padres hasta los 16 años,
cuando intentaron que viviera con ellos, para ese punto había dejado el
internado hacía dos años y se había acostumbrado a la vida con los García, pasó
solo tres meses con sus padres, hasta que no pudo más y decidió ir a estudiar a
la ciudad, su amigo había conseguido empleo en el Royal a medio tiempo y se
unió a él, volviendo a vivir juntos pero esta vez como un par de solteros.
_ Por eso tu papá dijo que incluyes a otros como tu
familia_ infirió Paula
_ Sí, pero los problemas que existen entre nosotros no
les da derecho de hacer lo que hicieron. Te pido una disculpa Arturo_
_ Está bien Fernández, tenía que defender a mi hermanito_
dijo el quinceañero abrazando a Martin
_ Bueno chicos, es hora de que vayan a dormir, mañana es
día de escuela_ concluyó Mauricio
Colocó la foto que los chicos le habían dado sobre el
escritorio, y pensó lo importantes que eran ellos para él, eran una verdadera
familia y ahora que adoptaría a Julián todo parecía marchar de maravilla. Ese
era el último día de sus padres en la ciudad y se sentía realmente aliviado de que
la semana llegara a su fin, después de eso no tendría que verlos hasta el día
de la boda, en mes y medio. Se colocó en su silla, admirando su nueva oficina,
casi totalmente reconstruida. Todo empezaba a tomar forma en su vida, solo
había algo que aún no lograba encajar del todo: la boda con Flor.
Llevaba casi tres años junto a ella, y jamás había dudado
de su amor hasta el día que le propuso matrimonio, que curioso, justo cuando le
pidió pasar su vida juntos sintió que tal vez no deberían ser pareja. Y después
estaba Estrella, la dueña de ese beso clandestino, el torbellino que revolvía
sus sentimientos en un vaivén de confusión y amor. ¿Qué debía hacer en esta
situación?
Quizá simplemente lo mejor era no pensar en ello, dejar
la vida fluir y seguirle la corriente.
Estrella observaba en la recepción a Franco y Alma
charlando al final del pasillo, era obvio que algo pasaba entre ellos, todos en
el hotel lo habían notado. Le pareció una idea tan romántica pensar que dentro
de ese ambiente laboral al menos dos personas habían podido encontrar el amor,
aunque también los envidiaba, deseaba que ella y Mauricio estuvieran viviendo
también una romántica historia, pero la realidad era otra: él se casaría y no
sabía aun si ella lo soportaría. No fue
capaz de renunciar después de ese beso sorpresivo, pero ¿Qué podía cambiar un
beso? ¡Nada! Nada había cambiado desde entonces.
Seguía ahí solo por los chicos, o eso se decía de manera
constante para convencerse que su última esperanza había muerto al fin, aun
cuando esto no fuera verdad.
Martin estaba emocionado, tenía más de una semana desde
la última vez que Mauricio le había dado una lección de natación. El niño amaba
nadar, y ya lo hacía mejor. Se encontraban sentados en la orilla de la alberca,
con los pies sumergidos en el agua.
_ ¿Por qué quieres casarte con Flor?_ preguntó el niño
_ Porque la amo y quiero que seamos una familia_
respondió Mauricio dando un salto dentro hacia el interior de la piscina
_ No estoy muy seguro de que podamos ser una familia con
esa bruja_ comentó Martín poniéndose de pie al ver que su tutor esperaba que
practicara un clavado
El gerente del hotel estuvo a punto de responder a su
pupilo, pero se detuvo antes de poder pronunciar una palabra al notar una marca
negra en el tobillo izquierdo del niño, inmediatamente se acercó nuevamente a
la orilla para observar mejor.
_ ¿Qué tienes ahí?_ señaló a la marca
_ Es un tatuaje_ respondió el niño sin mucha importancia
_ Todos lo tenemos_
_ ¿Cómo que un tatuaje? ¡Martín tienes apenas ocho años!_
exclamó sorprendido _ Dejame verlo_
Mauricio estaba seguro que era un tatuaje temporal, de
esos que salen en las envolturas de chicles, pero cuando el pequeño extendió su
pie sobre el agua pudo ver que era real. Lo observó con mayor atención era una
línea negra delgada que formaba una G mayúscula.
_ ¿Por qué lo tienes?_ insistió curioso
_ Te lo dije, todos lo tenemos… incluso Kía_ respondió
Mar _ El señor Garcés nos llevaba a tatuar cuando llegábamos al orfanato, así
se aseguraba de encontrarnos si huíamos_
El gerente sintió entonces que debía cuidar a los chicos,
él se aseguraría que no volvieran a pasar nunca por circunstancias como
aquella, de ahora en adelante su vida sería completamente distinta.
La mañana del sábado los Fernández desayunaban junto a su
futura nuera, estaban molestos aun porque la noche anterior Mauricio los había
dejado plantados para irse a nadar con uno de sus “vándalos” como ellos los
llamaban. Era sorprendente que su hijo prefiriera pasar tiempo con esos mocosos
que con ellos, a quienes no había visto en tres años, enfurecieron aún más
cuando supieron que Mau planeaba adoptar a Julián, regalándole su apellido a un
niño de la calle.
_ Te lo digo Lorenzo, este documento es la solución a
todos los problemas, una firma de Mauricio y ¡Puf!, ¡Los vándalos se van para
siempre!_ comentó la señora Fernández con una hoja en la mano
_ ¿De dónde la sacaste?_ preguntó su esposo mientras leía
el documento
_ Tengo varios contactos en las dependencias de gobierno,
sólo debemos convencerlo de firmar_
_ Perdón que los interrumpa_ dijo Florencia quien al
escuchar la conversación de sus futuros suegros había despertado su curiosidad
sobre el asunto _ Mau no firmaría jamás esto, quiere demasiado a los chicos. Y
yo estoy de acuerdo con la adopción_ concluyó tomando la hoja para dejar en
claro que no permitiría que ellos se deshicieran de los chicos.
Quizá los Fernández no podrían sacar a los ocho menores
de su vida, pero sin saberlo acababan de darle a Flor la pieza final del
elaborado plan que ella empezaba a poner en acción.
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