lunes, 23 de noviembre de 2015

Capítulo 90: LOS FERNÁNDEZ

_ Chicos déjenos solos por favor_ indicó Mauricio, ellos permanecieron inmóviles, sorprendidos por la tensión de la escena que presenciaban _ ¡Arturo, Sara, llévenselos de aquí!, ¡ahora!_ gritó.
De inmediato los chicos abandonaron la habitación, sin decir ni una palabra. Los más pequeños parecían asustados, nunca habían visto a Mauricio tan enojado, mientras que los mayores, llenos de dudas deseaban investigar la misteriosa y conflictiva relación de su tutor con sus padres.

Aproximadamente una hora más tarde la puerta de la suite 2 15 se abrió nuevamente, los padres de Mauricio salieron en silencio, los chicos habían permanecido esperando en el pasillo del hotel al momento que pudieran entrar nuevamente, Lucia y Julián estaban a punto de caer rendidos por el cansancio. Su tutor les indicó que pasaran y ellos obedecieron. Se sentaron en la sala en silencio, observando expectantes a Mauricio.
_ Creo que les debo una explicación_ dijo el gerente sentándose en medio de Lucí y Martin, respiro profundo y se preparó para contar su historia.
Mauricio Fernández tenía ocho años cuando sus padres se divorciaron, siendo hijo único, ninguno de sus progenitores había querido llevarlo consigo, por lo que lo enviaron a un internado. Mau era el más pequeño de su clase, constantemente era molestado por sus compañeros y por los alumnos de grados superiores.
Un día cinco chicos de quinto año lo acorralaron, lo estaban golpeando por haber robado una barra de chocolate de uno de ellos, después de todo los de sexto año le habían quitado su comida y moría de hambre, la barra de chocolate estaba indefensa en la mesa del comedor, ¿Qué más podía hacer? Pero debía pagar las consecuencias, un puñetazo en la cara, una patada en el estómago y justo cuando una segunda patada estaba por golpear su rostro, un chico también de quinto año se interpuso entre él y sus captores. Los ahuyentó mostrando el puño y amenazando con delatarlos sobre sus fechorías de la última semana. El grupo se dispersó rápidamente y el misterioso chico ayudo a Mauricio a ponerse de pie, llevaba el uniforme del colegio, con una única diferencia, en lugar de unos zapatos negros perfectamente lustrados, llevaba unos tenis converse rotos y deslavados. Ese era Guillermo.
Desde entonces los dos niños se volvieron inseparables, pasaron el resto del año escolar juntos, Guillermo metiéndose en problemas y Mauricio intentando convencerlo de seguir las reglas del instituto.
Cuando llegaron las vacaciones de verano, la escuela quedó vaciá, salvo por un alumno: Mauricio, quien pasó sus vacaciones en el internado. Al volver a clases le contó todo a Guillermo, quien prometió en las siguientes vacaciones llevarlo con él, y así fue, de ahí en adelante Mau pasó cada día festivo, cada una de las vacaciones en casa de la familia García, convirtiéndose en un miembro más de la familia. Incluso llamaba a los padres de su amigo como “mamá” y “papá”.
Mauricio no volvió a ver a sus padres hasta los 16 años, cuando intentaron que viviera con ellos, para ese punto había dejado el internado hacía dos años y se había acostumbrado a la vida con los García, pasó solo tres meses con sus padres, hasta que no pudo más y decidió ir a estudiar a la ciudad, su amigo había conseguido empleo en el Royal a medio tiempo y se unió a él, volviendo a vivir juntos pero esta vez como un par de solteros.  
_ Por eso tu papá dijo que incluyes a otros como tu familia_ infirió Paula
_ Sí, pero los problemas que existen entre nosotros no les da derecho de hacer lo que hicieron. Te pido una disculpa Arturo_
_ Está bien Fernández, tenía que defender a mi hermanito_ dijo el quinceañero abrazando a Martin 
_ Bueno chicos, es hora de que vayan a dormir, mañana es día de escuela_ concluyó Mauricio

Colocó la foto que los chicos le habían dado sobre el escritorio, y pensó lo importantes que eran ellos para él, eran una verdadera familia y ahora que adoptaría a Julián todo parecía marchar de maravilla. Ese era el último día de sus padres en la ciudad y se sentía realmente aliviado de que la semana llegara a su fin, después de eso no tendría que verlos hasta el día de la boda, en mes y medio. Se colocó en su silla, admirando su nueva oficina, casi totalmente reconstruida. Todo empezaba a tomar forma en su vida, solo había algo que aún no lograba encajar del todo: la boda con Flor.
Llevaba casi tres años junto a ella, y jamás había dudado de su amor hasta el día que le propuso matrimonio, que curioso, justo cuando le pidió pasar su vida juntos sintió que tal vez no deberían ser pareja. Y después estaba Estrella, la dueña de ese beso clandestino, el torbellino que revolvía sus sentimientos en un vaivén de confusión y amor. ¿Qué debía hacer en esta situación?
Quizá simplemente lo mejor era no pensar en ello, dejar la vida fluir y seguirle la corriente.

Estrella observaba en la recepción a Franco y Alma charlando al final del pasillo, era obvio que algo pasaba entre ellos, todos en el hotel lo habían notado. Le pareció una idea tan romántica pensar que dentro de ese ambiente laboral al menos dos personas habían podido encontrar el amor, aunque también los envidiaba, deseaba que ella y Mauricio estuvieran viviendo también una romántica historia, pero la realidad era otra: él se casaría y no sabía aun si ella lo soportaría.  No fue capaz de renunciar después de ese beso sorpresivo, pero ¿Qué podía cambiar un beso? ¡Nada! Nada había cambiado desde entonces.
Seguía ahí solo por los chicos, o eso se decía de manera constante para convencerse que su última esperanza había muerto al fin, aun cuando esto no fuera verdad.

Martin estaba emocionado, tenía más de una semana desde la última vez que Mauricio le había dado una lección de natación. El niño amaba nadar, y ya lo hacía mejor. Se encontraban sentados en la orilla de la alberca, con los pies sumergidos en el agua.
_ ¿Por qué quieres casarte con Flor?_ preguntó el niño
_ Porque la amo y quiero que seamos una familia_ respondió Mauricio dando un salto dentro hacia el interior de la piscina  
_ No estoy muy seguro de que podamos ser una familia con esa bruja_ comentó Martín poniéndose de pie al ver que su tutor esperaba que practicara un clavado
El gerente del hotel estuvo a punto de responder a su pupilo, pero se detuvo antes de poder pronunciar una palabra al notar una marca negra en el tobillo izquierdo del niño, inmediatamente se acercó nuevamente a la orilla para observar mejor.
_ ¿Qué tienes ahí?_ señaló a la marca
_ Es un tatuaje_ respondió el niño sin mucha importancia _ Todos lo tenemos_
_ ¿Cómo que un tatuaje? ¡Martín tienes apenas ocho años!_ exclamó sorprendido _ Dejame verlo_
Mauricio estaba seguro que era un tatuaje temporal, de esos que salen en las envolturas de chicles, pero cuando el pequeño extendió su pie sobre el agua pudo ver que era real. Lo observó con mayor atención era una línea negra delgada que formaba una G mayúscula.
_ ¿Por qué lo tienes?_ insistió curioso
_ Te lo dije, todos lo tenemos… incluso Kía_ respondió Mar _ El señor Garcés nos llevaba a tatuar cuando llegábamos al orfanato, así se aseguraba de encontrarnos si huíamos_
El gerente sintió entonces que debía cuidar a los chicos, él se aseguraría que no volvieran a pasar nunca por circunstancias como aquella, de ahora en adelante su vida sería completamente distinta.

La mañana del sábado los Fernández desayunaban junto a su futura nuera, estaban molestos aun porque la noche anterior Mauricio los había dejado plantados para irse a nadar con uno de sus “vándalos” como ellos los llamaban. Era sorprendente que su hijo prefiriera pasar tiempo con esos mocosos que con ellos, a quienes no había visto en tres años, enfurecieron aún más cuando supieron que Mau planeaba adoptar a Julián, regalándole su apellido a un niño de la calle.
_ Te lo digo Lorenzo, este documento es la solución a todos los problemas, una firma de Mauricio y ¡Puf!, ¡Los vándalos se van para siempre!_ comentó la señora Fernández con una hoja en la mano
_ ¿De dónde la sacaste?_ preguntó su esposo mientras leía el documento
_ Tengo varios contactos en las dependencias de gobierno, sólo debemos convencerlo de firmar_
_ Perdón que los interrumpa_ dijo Florencia quien al escuchar la conversación de sus futuros suegros había despertado su curiosidad sobre el asunto _ Mau no firmaría jamás esto, quiere demasiado a los chicos. Y yo estoy de acuerdo con la adopción_ concluyó tomando la hoja para dejar en claro que no permitiría que ellos se deshicieran de los chicos.

Quizá los Fernández no podrían sacar a los ocho menores de su vida, pero sin saberlo acababan de darle a Flor la pieza final del elaborado plan que ella empezaba a poner en acción. 

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