Ansioso abrió el folder y empezó a leer. Se llevó una
gran sorpresa al ver el número de habitación en el cual se hospedaba, el 5 12,
nada más y nada menos que la suite de los Lagos.
Oscar se encontraba tendido en su cama, observando
fijamente la entrada de cortesía que había ganado en el baile: una cena para
dos en el restaurante del Royal. Cerró los ojos pensando en Diana y en su
primer beso, en lo mucho que la extrañaba y que añoraba poder ir a esa cena
junto a ella, casi al instante otra imagen se sobrepuso en su mente: Amanda
sonriendo avergonzada al llegar al salón equivocado. Abrió los ojos nuevamente
e intentó dar significado a esa última imagen, ¿Podría ser que Amanda le
gustaba?
Necesitaba contarle a alguien, decir lo que sentía y lo
que pensaba, solo que no encontraba a quien; Sara y Chaim eran demasiado
cercanos a la familia Lagos como para contarles. Así que recorrió algunas
cuadras para llegar a la casa de su gran amiga: Kía.
Le contó todo, sin omitir ningún detalle, frente a ella
no tenía nada que ocultar, porque ella sabía lo que era buscar y encontrar a
sus padres.
_ Si Mau tiene información sobre ella deberías
preguntarle_ sugirió Kía a su amigo
Estaban en el ático de la casa, el lugar más tranquilo y
privado para charlar.
_ No quiero contarle sobre esto_ respondió el quinceañero
cruzando las piernas para estar más cómodo
_ Él tiene la información_ insistió ella
_ Tú puedes averiguar, habla con Leo pero sin levantar
sospechas_ pidió el chico
_ Supongo que es la novia de su tío_ se acercó más a su
mejor amigo
Arturo recargó su espalda contra el muro y soltó un
suspiro. Su madre, novia de Tomás Lagos, que ironía.
_ Si es así, quiero averiguarlo_ se enderezó nuevamente _
Quiero saber porque se fue, porque nunca me busco_ dijo conteniendo el nudo que
se había formado en su garganta
Kía lo rodeó con un brazo
_ Ahora es mi turno de ayudarte, cuenta conmigo_ sonrió
A la mañana siguiente, cuando Mauricio salió de su
habitación para preparar el desayuno se encontró con Oscar sentado en la mesa
del comedor, al parecer llevaba ya algún rato levantado, pues vestía su
uniforme escolar: un pantalón beige de gabardina, playera tipo polo color vino
con el cuello blanco y el escudo de la escuela, y unos tenis color vino.
_ Buenos días_ saludo sentándose frente al chico _ ¿Por
qué estás despierto tan temprano?_
_ Me toca ayudarte con el desayuno_ respondió Oscar _
Además no podía dormir_ dijo mirando atentamente a su tutor _ Creo que me gusta
una chica, pero no sé si aún tenga una oportunidad con Diana, la extraño_
El gerente se levantó de su asiento y caminó hasta estar
junto al adolescente.
_ Encontrarás muchas chicas en tu vida, y de cada
historia aprenderás algo nuevo_
_ No quiero que mi historia con Diana terminé_ comentó
con un hilo de voz _ Daría lo que fuera por volverla a ver_
_ Llámala_ sacó el teléfono del bolsillo y se lo extendió
al chico
Oscar marco el número que había memorizado; a pesar de
que solo en una ocasión logró llamarla, durante su estancia en el hogar
temporal. Nadie contestó.
Arturo se paseó por el lobby durante la tarde, esperando
ver a su madre. Fue cerca de las seis de la tarde que la vio finalmente, iba
tomada del brazo de un hombre de unos treinta y cinco años, rubio con la piel
blanca como la nieve y un fino traje italiano; sin duda era el tío de los
Lagos, ella sonreía, feliz de acompañarlo. No había lugar para dudas en esa
escena, ellos eran pareja.
Paula ingresó a la oficina de su tutor, seguida por su
inseparable amigo. Ella había regresado de su práctica de patinaje artístico;
como ya era costumbre, Florencia la llevó de regreso al hotel.
Su expedición tenía un único objetivo: encontrarse con el
atractivo Rodrigo de la Cruz, el aparente nuevo amor platónico de Paula.
_ No hay nadie aquí_ comentó Nico señalando la oficina
vacía _ ¿Qué tiene de interesante ese tipo?_ preguntó con enojo
_ Es… ¡Perfecto!_ suspiró la pre-adolescente
El niño hizo una mueca de disgusto y cruzó los brazos
_ Es muy grande para ti_ refunfuñó
_ ¡No siempre tendré 10 años!_ resopló _ Y algún día, él
o Chaim será mi novio_ se sentó en el sofá de Mauricio
_ Deberías fijarte en alguien de tu edad y no en esos
viejos_ se sentó junto a ella
Ojalá pudiera tomar la mano de Paula y decirle mirándola
a los ojos que la quería, que la quería en verdad y no de la forma que quería a
su madre o a Franco, o al resto de los chicos, sino de una manera diferente,
más especial.
Permaneció en el lobby el resto de la tarde, haciendo
tarea. Ya que había anochecido vio lo peor que sus ojos podían ver: Candela
acompañando a Fernando a la salida del hotel, iban tomados de la mano y con enormes
sonrisas en sus rostros. Lo odio más que nunca.
Presenció el momento en que ellos se despedían con un
beso que le pareció que duraba demasiado, después de eso, su compañero de clase
se marchó.
Candela caminó sonriente hacia él y se sentó a su lado.
_ Ahora mi padre lo sabe, y está de acuerdo_ comentó la
chica acomodándose en el elegante sofá del lobby
_ Bien_ respondió el adolescente entre dientes _ Me
alegro por ustedes_ hizo su mayor esfuerzo por fingir una sonrisa
_ Sé que no te cae bien...
Hizo una pausa
_ Aún recuerdo ese golpe el primer día de clases_ lo miró
atentamente
Arturo se parecía un poco más a aquel chico que recordaba
antes del verano, su cabello había empezado a crecer y los moretones y
cicatrices se difuminaban en su piel.
_ Eres mi mejor amigo y me encantaría que ustedes se
llevarán bien_ le dedicó una mirada suplicante
<< Yo no quiero ser solo tu mejor amigo>>
pensó el chico
_ Bien. Haré el intento… pero solo por ti_ dijo
finalmente
Logró ver que Rodrigo atravesaba la recepción así que se
puso de pie de un salto y corrió en su dirección.
_ No vemos mañana Cande_ se despidió mientras corría
Corrió hasta alcanzar al hombre de los ojos verdes, ese
que todas las mujeres del hotel catalogaban como atractivo y varonil.
_ ¡De la Cruz!_ gritó para llamar su atención
_ ¿Qué ocurre?_ preguntó volteando a verlo
_ Necesito un favor_ dijo recuperando el aliento _Quiero
que me consigas un folder que está en la oficina de Fernández_
_ ¿Qué ganaré yo?_
Arturo resopló, no creyó que Rodrigo fuera de ese tipo de
personas.
_ Lo que necesites_
_ Bien, me reservaré ese favor para cuando sea necesario_
sonrió satisfecho
Cuando los chicos regresaron de la escuela, al día
siguiente, se sentaron a comer todos juntos; acompañados por Estrella y
Guillermo. Disfrutaban de sus alimentos cuando escucharon sonar el timbre,
Martín se puso de pie y fue de inmediato a abrir la puerta.
Ahí estaba un hombre alto y extremadamente delgado, con
el cabello castaño peinado hacia un lado, vestido con un traje gris que no
parecía ser tan fino como los de Mauricio y un portafolio en la mano derecha.
_ Buenas tardes, soy Bruno Cuevas, el trabajador social
que hará el seguimiento de los chicos que viven aquí_ se presentó
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