Lo supo en ese momento, la resignación no era una opción
para él, estaba enamorado y decidió que ese verano se dedicaría a conquistar a
Candela.
Mientras tanto los mellizos y Ezequiel observaban el
incómodo danzar de las parejas. Oscar no dejaba de pensar en Diana, en su
primer beso y en cómo le gustaría que ella estuviera ahí, bailar con ella,
volver a estar juntos. Una chica se acercó hasta él y le pidió que bailara con
ella, era su compañera de clase y al menos por cortesía, no podía decirle que
no. se puso de pie y fue con ella a la pista de baile.
Emi y Ezequiel quedaron solos, aunque en las últimas
semanas habían convivido demasiado, por alguna razón que ninguno de los dos
entendía, esa noche se sentían incomodos por estar juntos.
_ Es extraño solo mirar_ comentó Ezequiel_ ¿Quieres
bailar?_
_ ¿Hablas en
serio?_
_ Si, para eso vinimos al baile, ¿No?_
Emi se encogió de hombros y se levantó de su asiento,
bailaron juntos, con cierta torpeza, pues ninguno de los dos sabía cómo
hacerlo.
_ No debería decir esto, pero me alegra que Kike se
fuera_ dijo el menor de los Lagos observando detenidamente a Emilia
_ ¿Por qué?_ preguntó la chica extrañada
_ Porque si él siguiera aquí, tu y yo no nos hubiéramos
hecho amigos_ respondió _ Me alegra que así fuera, eres grandiosa_
Emi abrazó al chico, no estaba segura de estar feliz por
la partida de Enrique, pero si le alegraba que ella y Ezequiel se hubieran dado
la oportunidad de conocerse mejor.
Florencia se encontraba en la habitación 2 15, esperando
a que Mauricio regresara; había ido a recoger a los chicos al baile; mientras
tanto ella veía la televisión y tomaba una taza de té, todo estaba en calma
pues los más pequeños ya se habían dormido, solo Paula y Nicolás se encontraban
aun despiertos charlando en la mesa del comedor. Martín salió de su cuarto para
tomar un vaso con agua, pero hizo dos paradas en el camino: una para
preguntarle a Nico que hacia aun ahí y otra más para llamarla “bruja”.
Esta vez no le importó el insulto del niño, pues pronto
podría vengarse de él y de todos sus amigos; quienes habían convertido los
últimos cuatro meses de su vida en un tormento; sólo una semana más y podría
olvidarse de ellos para siempre.
Mientras tanto, en un restaurante no muy lejos del hotel,
Franco y Alma cenaban juntos; a lo largo de las últimas semanas habían salido
con frecuencia; la pasaban bien, habían encontrado en el otro una razón para
sonreír, un apoyo y una nueva ilusión. Como en la mayoría de los lugares de
trabajo, los rumores corrían rápido en el hotel, y todos sabían que estaban
saliendo.
_ Hoy Mario, el jardinero me preguntó por nosotros_
comentó el sub gerente dando un sorbo a su bebida
_ ¿Por nosotros?_ cuestionó la enfermera con suspicacia
_ Todos en el hotel quieren saber que somos, Guille y Mau
no paran de molestarme con el tema hace días_
_ Somos compañeros de trabajo, amigos_ Alma clavó la
mirada en su ensalada, sabía que eran más que eso, pero ¿Cuál era la palabra
correcta? _ Somos…
_ ¡Novios!_ exclamó Franco _ Alma, ¿Quieres ser mi
novia?_
Alma se ruborizó cual quinceañera ante la propuesta de un
loco adolescente, eran dos adultos recordando la sensación de un amor,
sensación que creían olvidada. Franco se sentía tan nervioso como en su primera
declaración de amor en su juventud, ella lo hacía rejuvenecer, volver a esa
locura desenfrenada que solo el amor puede conseguir.
_ ¡Vamos, se mi novia!, ¡Soy un gran partido!_
Alma estalló en una carcajada como si fuera una
colegiala, desde la muerte de su esposo no recordaba haber sido feliz en algún
momento, pero ahora se sentía volar, en ese estado efervescente se puso de pie,
caminó directo hacia Franco y le plantó un beso en los labios. Lo besó con
pasión, olvidándose que eran dos adultos en medio de un restaurante elegante,
sintiéndose dos adolescentes en el parque, volvieron a sentir amor.
_ ¿Eso es un sí?_ preguntó Franco cuando el beso llegó a
su fin
_ Pensé que había sido clara en mi respuesta_
Intercambiaron una sonrisa de complicidad y volvieron a
besarse.
A la mañana siguiente, el rumor de un nuevo noviazgo
inundaba los pasillos del hotel, los empleados de la cocina, el jardinero, el
intendente, meseros y mucamas no dejaban de intercambiar información sobre la
nueva pareja. Estrella se enteró de primera mano, Alma le contó todo con gran
detalle y mientras la escuchaba no podía más que pensar en su trágica historia
de amor, en su próxima renuncia y cuanto le gustaría que Mauricio fuera su
novio.
Mauricio pasaba por algo similar, Franco les contaba a
Guillermo y a él la historia de su nuevo romance, de la felicidad que sentía,
de que se había vuelto a enamorar. Era perfecto, Franco tenía una nueva novia,
Guillermo estaba próximo a ser padre y él se casaría, todos deberían ser
felices, ¿no?, pero él no lo era, la boda no le causaba ninguna emoción, solo
pavor, ganas de estar con Estrella, de ser su novio.
Paula y Nico estaban más felices que nunca, su labor como
cupido había sido llevada a cabo con éxito, juntos lograron unir a una pareja y
esperaban pronto se convirtieran en un matrimonio. Nicolás tenía tan solo siete
años cuando su padre falleció y desde entonces lo que más añoraba era ver a su
madre feliz y volver a tener una figura paterna en casa, Franco parecía ser la
persona ideal para cumplir con tan ardua labor. Ahora que la pareja número uno estaba
formada, quizá era tiempo de pensar un poco en él, llevaba días pegado a Paula,
y de algún modo empezaba a sentir algo por ella, algo distinto a una simple
amistad, después de todo, en quinto año no es bien visto que un niño pase el
día entero con una niña, a menos que admita que le gusta. Y probablemente ese
era su caso, cuando estaba con ella se sentía diferente, se veía obligado a
mirarla a los ojos, y su manos jamás dejaban de sudar si ella estaba cerca.
Podría ser que ella fuera su primera ilusión, eta momento de averiguarlo, pero, ¿Cómo? Un
nuevo plan empezó a tomar forma en su confundida mente que habitaba el limbo
entre la infancia y la adolescencia.
Chaim era ahora el nuevo ballet parking del hotel, ya no
vivía en la lujosa suite imperial, sino que se había mudado a otra mucho más
modesta, tenía un empleo, una novia plebeya y una boleta de calificaciones que
recoger el siguiente lunes. Su vida ya no parecía la de un príncipe, era más
bien un adolescente cualquiera. Entregó las llaves de un Ford fiesta blanco a
un hombre de traje gris, asegurándole que el auto estaba en perfectas
condiciones cuando vio llegar a Kía, iba hasta el hotel solo para almorzar
juntos.
_ Hola príncipe_ lo saludó
_ Hola hermosa_ sonrió
_ Traje un poco de pasta y un estofado que preparó mamá_
_ Kía, antes de comer, tengo una pregunta que hacerte_ la
interrumpió
La chica lo miro un poco extraña, pero asintió en señal
de aprobación y curiosidad hacia lo que su novio quería saber.
_ ¿Te casarías conmigo?_
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